viernes, 9 de marzo de 2012

La bola de cristal



La vidente no tenía trabajo, eso lo estuve observando mientras sorbo a sorbo consumía la copa de moscatel. En compañía de Mónica, desde la mesa en el exterior de aquel bar del Parque del Retiro, bebíamos y charlábamos mirando la multitud de gentes pasear. Era una tarde de sábado. El día de invierno había sido generoso, con un cielo despejado y un sol tibio que ahora se despedía pintando de un pálido naranja los bordes de la ciudad. Habíamos atravesado el parque paseando lentamente, relajados por el trozo de naturaleza enorme que nos aislaba del asfalto. Por el camino habíamos visto a un niño perseguir unas enormes burbujas de jabón que un hombre creaba con un balde, dos varas y una cuerda, esperando que alguien le dejara unas monedas. El espectáculo era hermoso y lo fotografié. El niño persiguiendo burbujas sensibilizo en aquel momento mis recuerdos de infancia. Al rato, el artilugio cilíndrico de un puesto de barquillos reforzó mis sentimientos. Y recordé al barquillero que recorría el barrio con ese artefacto cargado en su espalda. Se despedía el sol y apuramos nuestras copas. La bola de cristal brillaba entre las primeras penumbras mientras todo se convertía en siluetas. A la mesa de la vidente nadie se acercó. Solo yo.

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