miércoles, 17 de agosto de 2011

Cosas de algunos días de verano





Sube desde abajo un ruido molesto, no debe ser muy nueva la lavadora, el ruido se concentra y sube amplificado hasta aquí.

Este ruido lo tomo como un tributo del verano, que viene con sus días luminosos, largos y calurosos y el barrio y las casas hasta ahora vacías se llenan de vecinos extraños.
Entonces, esta orilla del mar se agita después de unos meses de soledad, silencio y tranquilidad.

Vivo arriba de todo, en la última planta. Estoy a la altura de las copas de un grupo de pinos muy cercanos y puedo ver el mar
El que sufrió más los ruidos de la salvaje lavadora de los vecinos de abajo fue mi hermano. No sé las veces que lo oí decir, como joden con esa lavadora. Ayer lo reviví mientras estaba en la cocina y me preparaba la comida. Abajo, la lavadora lavaba y molestaba. Y me acorde de mi hermano, pensé como pasa el tiempo y en como otra vez nos separa la distancia.
La que fue su habitación tiene una ventana que da al patio donde el ingenio mecánico descarga ruido y ropa lavada. La ventana de la cocina también da al mismo lugar y, abierta por el calor de verano, mientras cortaba cebolla el ruido me trajo recuerdos, y lo acepte hasta con cierto cariño. Se lo tengo que comentar al “Ruso” cuando lo llame algún día de estos a Buenos Aires para ver como esta y como le van las cosas.

El toldo del balcón apacigua la fuerte luz del mediodía de agosto. La penumbra es fresca en el comedor donde ahora escribo. Recreo mi vista en los pinos, esperando el aliento agreste que de cuando en cuando exhalan bajo el fuerte sol. Mas allá, no muy lejos está el mar y la línea perfecta y azul del horizonte.
Aquí quedaron suspendidos las charlas, el choque de las copas de vino y las mañanas con café en el balcón. Menos mal que están los pinos y el mar. Otra vez gira y gira la lavadora.
La calle está llena de coches, las mujeres están vistosas diría mi hermano otra vez este verano. Y este como los anteriores volveríamos a hablar de lo mal que están las cosas, de no tener trabajo, de las esperanzas rotas.
Se fue el año pasado, hacía más de un mes que había terminado el verano y lo despedí en la estación del tren.

Otra vez es verano y la lavadora de los vecinos de abajo funciona.