sábado, 10 de octubre de 2020

Confinados

Desde el día 8 de 0ctubre al día 12 de diciembre de 2020, en el Centre de la Imatge Mas Iglesias de Reus, se puede ver entre otros, mi trabajo titulado Certificado de Existencia; un diario visual y comentado de los días que mi mujer, nuestra pequeña hija y yo vivimos después de declarado el estado de alarma y el confinamiento de todos los habitantes del país a causa del virus Covid 19.

 

                            


Mi trabajo ha sido convertido, por gentileza del CIMIR, Centre de la Imatge de Reus, en audiovisual, y se puede ver en el conjunto de la amplia exposición Baix Camp Confinat que el Centre ha organizado.

Publico aquí el texto de presentación y una de las fotografías que componen dicho trabajo.
  

Las fotos que se pueden ver en este álbum adquieren toda su significación si se observa  y entiende el momento en que las tomé; ni más ni menos que en los extraños días que vive el mundo bajo la amenaza de un virus. Mi reacción ante esta amenaza invisible, que privó a mi hija Inés de sus días de escuela, obligó a mi mujer a trabajar como pudiera desde casa a través del ordenador, y nos tuvo a todos confinados, recluidos y casi asustados, fue captar algunos momentos de cada uno de estos raros días en  instantáneas. Para la realización de las mismas utilicé, para la mayor parte,  la cámara fotográfica de mi teléfono y, en otra toma más pensada utilicé la cámara réflex digital. Elegí el formato cuadrado para darle a las imágenes el ambiente  tan cercano y protector que todos sentíamos. Para eso configuré las opciones que me da la cámara del teléfono en la relación de aspecto 1:1, al igual que lo hice con la cámara réflex. Imprimí las fotos en papel fotográfico mate para que tuvieran el aspecto de algunos libros.   

 Otro protagonista familiar en las fotos es nuestro gato Marx, que siempre estuvo confinado, ya que antes de la peste nunca salió de casa, y ahora más que nunca, salvo algún verano cuando lo llevamos a veranear con nosotros. Los largos días de confinamiento nos han dado a los cuatro, y a pesar del temor que vaciaba las calles del mundo, una estrecha, amable y dulce convivencia, difícilmente traducible en estas pocas imágenes.

Para completar este álbum he ido escribiendo un texto con los pensamientos y análisis que he ido haciendo de esta situación insólita. Lo mismo en las fotos como en el texto me he dejado llevar por impulsos automáticos del pensamiento. Leerlo es rodear a las fotografías del contexto en que fueron realizadas.

 

Sergio Andrada Lapenne,  11 de junio del año del coronavirus.



 

martes, 23 de abril de 2019

De árbol a árbol

                                    ¿Sabrán por fin los cedros libaneses

                                      que su voraz y sádico enemigo

                                      no es el ébano gris de Camerún

                                      ni el arrayán bastardo ni el morisco

                                           ni la palma lineal de Camagüey

                                           sino las hachas de los leñadores

                                           la sierra de las grandes madereras

                                           el rayo como látigo en la noche?





Letra de Mario Benedetti

Fotografías: S. Andrada Lapenne, Navarra, abril de 2019. 








domingo, 28 de octubre de 2018

En tierras toscanas


Inés, dispuesta a correr por la Piazza del Campo de Siena. Cuando andábamos hacia la plaza, a ella se le antojó el caballito que asomaba a la calle en una pequeña y colorida tienda, su mamá se lo compró.
El ultimo tramo hacia la plaza lo recorrió al galope ante la mirada feliz de su madre y de la mía y de las gentes que se cruzaban a su paso. En esos días se preparaba la famosa fiesta del Palio y pronto la plaza se llenaría de ruidos de cascos de caballos. Nosotros estábamos de paso, no vimos la fiesta, no vimos los caballos, pero seguimos satisfechos nuestro camino después de ver correr alegre a nuestra pequeña Inés por Siena y por su famosa plaza. Era nuestra primera vez.


San Gimignano y sus torres medievales




Fotografié las torres de San Gimignano en una tienda de fotografías del mismo pueblo.
Fué la mejor forma de hacerlo, iba en silla de ruedas por lo alrededores buscando hacer una buena foto de las mismas, me fue difícil. 




Inés en un callejón de San Gimignano 




                                                           
                                                                     Amor en la toscana





                                                         Certaldo Alto, pueblo de Bocaccio





En Lucca hice esta imagen de las señoras vendedoras; el encanto de la foto lo completa la señora que aparece al fondo a la derecha, elegante con su sombrero y perrito, mirándose al espejo 



Fotografias: S. Andrada Lapenne, Italia, junio de 2018

viernes, 22 de junio de 2018

Devoción


Devoción

La Yashica MG-1 es la presunta culpable de lo mal que me han quedado las fotos que hice para probarla. Todas las copias en papel de 10x15, unas más, otras menos, me han salido mal, todas llevan una franja quemada. Y al observar el negativo, he visto que tiene franjas oscuras, señal de estar sobre expuesto por zonas. Mi primer mal pensamiento lo dirigí al laboratorio, cuando hube recapacitado empecé a asumir mis fallos y el coste de mi capricho. Me gusta esta cámara y por eso me quedé con ella; la pila que utilizaba ya no se fabrica y por eso, (y menos mal), tuve que comprar un adaptador, que encontré por internet, para hacer que funcionara. En este adaptador se introduce una pila de cuerpo más pequeño para que ajuste correctamente en el compartimento de la misma. Después, como el obturador no respondía, la mandé a un servicio técnico para su puesta a punto. Cuando estuvo lista, la cargué con un rollo Fuji de 200 ASA y me fui, muy contento, a hacer fotos en esa calle llena de árboles, donde cada sábado se ponen a la venta mil cosas más que usadas. Hoy cuando fui a buscar las pruebas reveladas tuve este primer desengaño, que espero sea temporal, porque me gusta esta vieja máquina compacta, telemétrica, con un visor amplio y un obturador suave y silencioso. Sospecho que las juntas de estanqueidad son las culpables, creo que todavía puedo mantener la ilusión.




Del rollo de 24 fotos he podido salvar alguna que no está muy afectada.
He elegido esta que publico, porque me viene bien, por su contenido, para acompañarla con un texto que extraje de la lectura de un  libro de Curzio Malaparte, que estoy leyendo. El título del libro es Malditos toscanos (Maledetti toscani, en el original).

Si fuera sienés, y particularmente de San Gimignano, no sé si podría ser devoto de santa Fina, una chiquilla que permaneció tendida sobre una tabla casi toda su vida. Su penitencia me conmueve, diré incluso que me entristece, pero no me hace más cristiano de lo que soy ya, ni me empuja a  luchar para sacar a Jesucristo de la cruz donde lo han clavado, es decir, a hacer sólo aquello que un cristiano debe hacer si es verdaderamente un hombre. Y lo que digo de su penitencia quisiera decirlo incluso de sus milagros, que son demasiado amables y correctos para gustar a un toscano, porque son unos milagros de aquellos  que las santas hacen como la gallina pone el huevo. A nosotros nos gustan los milagros que los santos hacen con el gesto duro, sin mirar a la cara de nadie, entrando en la lid de las cosas reales como para andar a puñetazos con el demonio o, como Jacob, con el ángel.




Y si tuviese, a falta de otra cosa, que contentarme con una santa, no elegiría a santa Fina, sino a santa Catalina de Siena, por aquel gusto sádico suyo por las lágrimas y las heridas, por aquella crueldad tan moderna, por aquel morboso instinto que la impulsaba a meter la mano en la sangre de los condenados, a recoger en su regazo la cabeza cortada por el hacha del verdugo, por aquella luz que la transfiguraba cuando regresaba a casa toda ella manchada de sangre, en la nariz,  en el cabello y en las ropas aquel olor de sangre, la sangre del supliciado sobre sus manos blancas, la sangre de Cristo coagulada sobre sus blancas manos. En santa Catalina me gusta aquella atroz y exaltada simpatía  suya por los criminales, los asesinos, los parricidas, aquella morbosa pasión por los delitos más inhumanos. La sangre de los tristes, el balanceo de los ahorcados, el arrodillarse delante del tajo de los condenados a la decapitación, los gritos durante el suplicio de los descuartizados, la llamaban como la voz del macho llama a la hembra en celo. 
  


S. Andrada Lapenne, 22 de junio de 2018

lunes, 18 de junio de 2018

Sebastiao Salgado en Reus


Impresionante la exposición Génesi, del fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado, inaugurada este pasado miércoles 13 de junio en Reus, Tarragona.
Ayer mi hija Inés corría entre esos enormes marcos metálicos oxidados que contienen las hermosas fotografías y, de cuando en cuando, se detenía a observar alguna y me decía; mira papá cuantos pingüinos, mira papá, este hombre parece una planta. Después le hice la foto y le dejé la cámara para que ella me la hiciera a mi. Las hace bien.









S. Andrada Lapenne, Reus, 15 de junio de 2018

viernes, 15 de junio de 2018

Sobre fotografía y otras yerbas


Siempre que tengo oportunidad me voy a recorrer los mercadillos de cosas viejas, no se explicarme bien por qué razón, pero siento que se apodera de mí una extraña avidez por esas cosas amontonadas sin ton ni son a lo largo de alguna calle. Cuadros, botellas, viejas herramientas, muebles, muñecas sucias, de ojos fijos, que parecen preguntar a quien las mira, libros de todo tamaño y tema, con las paginas marrones como hojas en otoño, viejas postales, ropa militar de quien sabe qué guerra, fotografías, muchas fotografías de gentes anónimas que nunca creyeron  ver sus recuerdos mezclados con recuerdos de otros, expuestos en una caja,  que, aunque parezca increíble, siempre tienen comprador.
Y yo me paseo con un raro sentimiento y a veces con deleite entre todas esas cosas que sirven de segunda oportunidad para que alguien se gane la vida. Los muebles, los cuadros, las ropas me provocan una gris melancolía cuando observo. Pero es al mirar esa viejas fotografías cuando el desasosiego me lleva imaginar esas vidas que fueron, esas ilusiones, esas sonrisas, esos niños jugando, el cumpleaños de alguno, aquel viaje tan esperado, los abuelos los padres, los novios, la familia. Todo pasó, y ahora sus íntimos momentos están al alcance de todo mirón. Esas fotos que fueron vida e historia,  con  suerte, alguien puede salvarlas de su triste destino y  terminar en algún museo.  
 Aparte de estas reflexiones, me doy el gusto de un ameno paseo y, también como muchos, a veces compro un viejo libro o, como hace pocos días, dos antiguas cámaras fotográficas.
La primera, de la cual voy a hablar, la compré a finales del mes de abril de este año 2018, y es una cámara que tiene ahora cuarenta y un año, el número de serie así lo dice. Está fabricada en la antigua URSS, el modelo es Zenit EM. Es una cámara réflex de 35mm que no tiene sistema de medición a través de la lente, y emplea para medir la luz una fotocelda de selenio adosada en el exterior, en el frontal de la cámara. Cuando incide la luz sobre la celda de selenio se desplaza una pequeña  aguja en la parte superior del lado izquierdo exterior. Para conseguir la exposición correcta se debe girar una anilla con la escala de diafragmas que desplaza un pequeño círculo hasta hacerlo coincidir con la aguja. El mecanismo es curioso y parece de relojería. La cámara está muy bien y funciona, y lo que más me llama la atención es que todavía se mantenga intacto el selenio, ya que la exposición a la luz lo agota con el tiempo. A la semana de mi compra volví a pasearme entre los viejos trastos que cada sábado desparraman en una calle de Reus comerciantes variopintos. El día 5 de mayo cargué la pesada maquina con un rollo de película FUJI de 200 ASA y salí a probar mi destreza con los controles y ver, cuando estuviera revelado el negativo, que sorpresas me daba la Zenit EM. Me puse a fotografiar  eligiendo de tema los artículos en venta y, una semana después, con el revelado en mis manos  me sentí satisfecho de mi compra, de mis conocimientos, y del resultado de las imágenes.
El rollo es de 24 fotos, y solo me fallaron 2.
La foto que acompaña este texto la realice con el diafragma más abierto que me permite la cámara, un f/2, y la velocidad de obturación fue de 1/500. El objetivo de la cámara es un Helios 44, es un objetivo normal con una distancia focal de 58mm. Conozco este objetivo porque tengo otro modelo Zenit que lo lleva y tengo entendido que es de muy buena calidad.
En la próxima entrada publicaré los resultados de la otra cámara, una elegante Yashica MG 1,  compacta, con telémetro, y también veterana, con más de cuarenta años.

Se dice que la palabra recordar viene del latín y que significa  volver a pasar por el corazón.
Quizás sea eso lo que hago yo.





Sergio Andrada Lapenne, 10 de junio de 2018     

martes, 12 de junio de 2018

Otra vez aquí


Después de un largo lapsus de tiempo, retomo hoy otra vez esta costumbre sana de contar algunas de las cosas que son mi vida. Siempre pienso, siempre hago fotos, a menudo escribo. Intentaré, ahora que mi pequeña hija Inés me va dando permiso, ir publicando.


Sergio Andrada Lapenne, 12 de junio de 2018