jueves, 29 de diciembre de 2011

Sol y sombras del 25 de diciembre de 2011



Podrían ser sombras chinas, pero no lo son.  Es cierto que son sombras, algunas.  O son sombras todas, incluso pueden ser sombras de las sombras. Pero, objetivamente, son sombras.
Es transparente la sombra de mi copa de vino.  Y oscuras, bien definidas las otras. La pared estaba encendida y repetía el calor del sol. Era un buen momento, agradable y familiar. Vi la foto, estire el brazo atado a su sombra, todos estábamos atados a nuestra sombra. La cámara no. Entonces pulse el obturador…

Foto y texto: S. Andrada Lapenne

Una esquina de Orduña


Hace ya unos cuantos años que fotografié a este alegre negro cantor. La tarde era gris y la calle estaba algo mojada y, antes de llegar a la esquina ya se oía el vozarrón. Brillaba el hombre por su voz,  y brillaba su piel y se movían armoniosos sus brazos. Estaba allí cantando para ganarse la vida. Era todo dignidad y eso me impresiono. Mientras lo escuchaba y observaba saqué la cámara y como pude la ajusté para las difíciles condiciones de luz. Tenia que guardar aquel momento, el porte digno de aquel hombre, aquella esquina sorprendida y gris. Hoy mirando las fotos creí oír su voz… 



Orduña, Vizcaya. Año 2000

Foto y texto: S. Andrada Lapenne

viernes, 16 de diciembre de 2011

Navidades de ayer y de hoy

 

Eran los días de navidad del año 1984, y en aquel año, Sandra tenía cinco años y Liliana dos.
El tierno gesto y las sonrisas me conmueven.Y yo era un padre feliz, con 28 años, que me preocupaba el mundo pero no me asustaba la vida. Ahora esta imagen me trae los recuerdos en la inocente alegría de mis hijas y la humilde rama de pino que adornamos como árbol de navidad. La foto es de rollo, como era normal en la época, de negativo, para entendernos. Ahora los avances me han permitido escanearla, restaurarla, archivarla en mi PC y compartirla.

Pero no han cambiado tanto las cosas, la navidad sigue siendo la misma, sus mensajes siguen siendo los mismos, repetitivos y huecos y que enseguida caducan. Y así hasta la próxima.
Sandra y Liliana ya son grandes y todos somos menos inocentes. Queda feo decir que todo tiempo pasado fue mejor y cuesta decir que hay un futuro de esperanza.

Sólo puedo asegurar que he sido y soy un padre orgulloso y feliz.



Foto: Vilanova i la Geltrú, 1984.
Sergio Andrada Lapenne

Baudelaire...

Cuenta Baudelaire que cuando iba a entrar en una taberna un mendigo le pidió limosna. Al mismo tiempo oyó la voz del ángel bueno, o del demonio bueno y su voz le susurraba “sólo es igual a otro quien lo demuestra, y sólo merece la libertad quien sabe conquistarla”. Acto seguido se abalanzo sobre el mendigo y le dio una brutal paliza. Después de un momento, el agredido reaccionó con furia dándole una paliza a Baudelaire, que al rato y ya recuperado se levantó y dijo: “Caballero, ¡somos iguales!

Foto y texto: Sergio Andrada Lapenne.