miércoles, 12 de junio de 2013

De los días de Moscú


Por el puesto de kvas era la segunda vez que pasábamos. Llevamos los vasos llenos de bebida a una esquina de la plaza. El kvas era nuevo a nuestros paladares como lo era el paisaje de la Plaza Roja a nuestros ojos, novedades para los sentidos, que vibraban también con las voces y sonidos de la ciudad. En ese momento para la sed y el descanso lamenté la imposibilidad de bajar al metro, aunque de antemano sabía que no vería las monumentales estaciones,  Komsomólskaya, Mayakóvskaya, Kíevskaia, Púshkinskaya, la Novoslobódskaya, pero antes de decidirnos por el refrescante momento del kvas, habíamos traspasado las puertas de la Ploshchad Revolutsii, entrando en una sala grande, de paredes de mármoles oscuros, para darnos de frente con un monolito blanco del que surgía un busto de Lenin y que contrastaba en la penumbra con el color granate y negro de las pulidas paredes.

A la derecha, al entrar, una señora pedía el billete de viaje en una de las maquinas, y más allá, a la izquierda, estaban las inconfundibles y, para mí imposibles barreras, que empujaban a la vez varios viajeros. Le hice una foto a la solitaria señora, y cuando me disponía a  fotografiar la estatua de Lenin, en ese momento un hombre salió por una puerta casi pegada al monumento y al ver mi actitud se quedó parado en una pose casi militar, momento que inmortalice en la foto.

Ya en la esquina comentamos el agradable y fresco sabor del kvas y pensé en la omnipresencia de Lenin. Días antes había visto su cara en una pared, casi enfrente de la biblioteca que lleva su nombre, en la esquina que es la salida de un pasaje subterráneo muy transitado. Con el vaso de Kvas levantado y mirando a la Plaza de la Revolución recordé lo leído en el libro de Montalbán. A mi espalda estaba el Bolshói, donde el líder alguna vez habló. Nos separaba del famoso teatro una plaza con un enorme granito gris en su centro, surgiendo esta vez de la piedra la cabeza inconfundible de Marx, y una calle muy ancha. Mirando hacia el Bolshói, a mi derecha tenía el hotel Metropol, frecuentado también por Lenin, hecho que deja constancia el grabado de su perfil en una de sus fachadas. Mientras bebíamos, pensaba y miraba como el sol iba cayendo al oeste de la Plaza Roja. Allí está el Lenin que no es de piedra, dicen que perfectamente embalsamado, yo no lo pude ver.

Deje los pensamientos y se me acabo el kvas, Mónica se quedó sola porque a mí me llamo el colorido alboroto de un grupo de gentes, la música de un acordeón y un traje blanco de novia.

Me sume a la alegría y ejercí de fotógrafo




















Continuara…

Texto y fotografías: S. Andrada Lapenne, Moscú, 2013

En Principales Tiendas Universales


Al entrar en los almacenes Gum enseguida nos topamos con un elegante coche clásico negro, brillante. Lo escoltaban unos maniquíes con vestimenta de gánsteres, y una galería de hermosas imágenes completaban el conjunto, que ambientaba parte del espacioso y luminoso edificio. Eran fotos de la película El Gran Gatsby, y en alguna reconocimos la cara del actor Leonardo di Caprio. El cirílico nos impidió comprender el cometido de la bien dispuesta exposición y escenificación, y concluimos que trataba de promocionar el film.

Las imágenes me gustaron por su calidad y carga de glamour, y daban al emblemático y lujoso lugar aires de novela. Me quise quedar con algo de esta primera impresión y decidí hacer algunas fotografías. Así fue como vi en los primeros momentos, en mi primera visita, al histórico y nuevo Gum.

 

Texto y fotografías: S. Andrada Lapenne, Moscú, 2013