Hace ya unos cuantos años que fotografié a este alegre negro cantor. La tarde era gris y la calle estaba algo mojada y, antes de llegar a la esquina ya se oía el vozarrón. Brillaba el hombre por su voz, y brillaba su piel y se movían armoniosos sus brazos. Estaba allí cantando para ganarse la vida. Era todo dignidad y eso me impresiono. Mientras lo escuchaba y observaba saqué la cámara y como pude la ajusté para las difíciles condiciones de luz. Tenia que guardar aquel momento, el porte digno de aquel hombre, aquella esquina sorprendida y gris. Hoy mirando las fotos creí oír su voz…
Orduña, Vizcaya. Año 2000
Foto y texto: S. Andrada Lapenne
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