jueves, 27 de septiembre de 2012

La mujer atravesada

 

La vio venir atrevida, no iba vestida para visitar museos, su breve vestimenta era la declaración de una dulce guerra. Walter no es moralista, pero a primera vista le pareció impúdica, el lugar no parecía el indicado para el paseo triunfal de su cuerpo. Después del lapsus la recorrió entera con sus ojos, antes impregnados del sereno paisaje de la isla. Ahora, en el ambiente de ese lugar simbólico y cultural, ella y sus formas le impactaron. La miró de pies a cabeza, las delicadas sandalias le daban a sus andares algo etéreo, aires de diosa griega en sus pasos firmes. El pelo castaño,el trenzado africano en sus sienes, una leve sonrisa de triunfo y su piel de arriba abajo morena, morena color miel. El repaso visual sensual dio paso a la mirada mas morbosa a la que el leve atuendo invitaba y sus ojos se fueron a su sexo tapado por el triangulo floreado de un minúsculo bikini, sus medianos y redondos senos eran lo mas tapado, fue su conclusión, cuando ella después de otro paso dejo ver su culo, sus nalgas turgentes penetradas por la fina tira que solo asomaba en la base de su espalda. Paso tan cerca de él que pudo oler su piel y noto como ella en un gesto masculino se llevo la botella a la boca. En esos segundos en la mente de Walter se agitó una frase de Galeano…- tengo una mujer atravesada entre los parpados…tengo una mujer atravesada en la garganta…-

Texto: S. Andrada Lapenne
Fotografía: S. Andrada Lapenne, Lanzarote, setiembre de 2012

El cementerio de Femés

 
Se me antojó que en el cementerio de Femés sus huéspedes están en el cielo. Y no tiene cipreses, es muy pequeño, tranquilo, mas que otros, y con ese blanco tan blanco, como dijera un anuncio de detergentes. Femés es un lugar alto, y al cementerio faltó poco para que lo pusieran arriba de todo, esta alto, casi en el medio del pueblo, cerca de la también pequeña iglesia, y lo mejor de todo es que también desde allí se ve el mar. No es el mar al que cantó Serrat, pero un mar hermoso igual, como me parece que serán todos los mares, hasta el Mar Muerto. Me puse a pensar en todos los cuerpos quietos que están allí, los que pasaron por esa puerta para quedarse para siempre. Y pensé también que el único infierno será el de los dolientes cargando al muerto si el muerto o la muerta están algo gordos. En fin, que no me pareció mal lugar para el descanso definitivo…

Texto y fotografía: S. Andrada Lapenne, Lanzarote, setiembre de 2012 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Voy a Lanzarote.

 
 
 

Me voy un poco más al sur, al Trópico de Cáncer. Me voy a esa isla que esta a pocos kilómetros de la costa atlántica africana. Voy a una casa con libros, la ultima casa de Saramago. Voy a una tierra de fuego que guarda palabras indígenas. Voy a Lanzarote a probar su vino, que, según escribió Shakespeare, perfuma la sangre. Acabo de nombrar a dos grandes, Saramago y Shakespeare. Me encontraré con el portugués cuando ponga mis pies en su casa, cuando me sienta irradiado por sus paredes de libros, por el lugar donde dio su último suspiro. Como sé que Saramago esta allí, ahora me voy a ocupar del ingles; que creó a Falstaff, un sinvergüenza muy humano, que propone cosas a mujeres casadas y es un beodo, mejor dicho un borracho. No se mucho de Falstaff, pero me cae simpático por su pasión por ese vino canario que me ha dado ganas de probar. Me voy más al sur a respirar por unos días otros aires, a conocer otras almas, a echar en mi boca el jugo dorado de la malvasía, a ver si perfuma mi sangre y darle la razón al inglés.

¡Falstaff! ¡Sinvergüenza! Voy a seguir tu mal ejemplo… ¡salud!

Texto: S. Andrada Lapenne