Cuenta Baudelaire que cuando iba a entrar en una taberna un mendigo le pidió limosna. Al mismo tiempo oyó la voz del ángel bueno, o del demonio bueno y su voz le susurraba “sólo es igual a otro quien lo demuestra, y sólo merece la libertad quien sabe conquistarla”. Acto seguido se abalanzo sobre el mendigo y le dio una brutal paliza. Después de un momento, el agredido reaccionó con furia dándole una paliza a Baudelaire, que al rato y ya recuperado se levantó y dijo: “Caballero, ¡somos iguales!
Foto y texto: Sergio Andrada Lapenne.
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