Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus 
costillas, pesada como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el 
cemento... balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre costillar 
enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, 
hincados en toda esa vida temblorosa y atónita... Ahí se va alzando, como un 
pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la 
alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez 
sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, 
absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras 
medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quién que es 
ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que 
nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas... y que pastando 
nunca habían dolido... haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y 
cornamenta viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando 
tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... y nunca habían dolido... Ya 
está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia 
adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas 
pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros 
cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir de un 
marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for 
export"... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el 
frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos 
dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había 
pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la 
llevaba el gancho... y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos 
huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un 
ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, 
tembló el marrón, tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor y de 
miedo... de un marronazo en plena frente "for export" del Uruguay...
Tomado de Guitarra Negra, de Alfredo Zitarrosa
Fotografías: Sergio Andrada Lapenne, Buenos Aires, Argentina, 2013




