Al bajar en el puerto de Chivitavecchia y acercarnos a la ciudad, lo primero que llamó mi atención fue la inscripción Montevideo, en un monumento dedicado a Garibaldi.
Hay en Montevideo una calle Garibaldi, y sabía que este fue un revolucionario que luchó por la unificación de Italia. También, como idealista que era, fue a Sudamérica y luchó por diferentes causas. Estuvo en Uruguay, donde también guerreó llevado por sus ideas. Hice la foto de esto que me pareció curioso y luego, sin un destino turístico determinado, Mónica y yo fuimos deambulando por la pequeña ciudad.
De esta manera y sin proponérnoslo, llegamos al mercado municipal. El bullicio de estos lugares siempre me ha gustado y, esta ocasión quise aprovecharla para impregnarme de la vitalidad del lugar. Mientras Mónica pedía una cerveza en la barra de un pequeño bar dentro del mercado, yo di un par de vueltas al mismo. Mientras mis oídos buscaban acostumbrarse a las voces italianas, mis ojos buscaban novedades.
Advertí un cartel que decía: Macelleria Equina, y supuse que allí vendían carne de caballo. Cuando vi el costillar, se me ocurrió pensar que mientras se lucha contra el consumo de pieles y contra la muerte de los toros de lidia, hay gente que se come los caballos.
Casi al lado, una repleta charcutería exhibía vistosos carteles escritos a mano y muchísimos productos. Fui donde estaba Mónica, pedí yo también una cerveza y deje rodar mis sentidos entre voces y olores.
Hay en Montevideo una calle Garibaldi, y sabía que este fue un revolucionario que luchó por la unificación de Italia. También, como idealista que era, fue a Sudamérica y luchó por diferentes causas. Estuvo en Uruguay, donde también guerreó llevado por sus ideas. Hice la foto de esto que me pareció curioso y luego, sin un destino turístico determinado, Mónica y yo fuimos deambulando por la pequeña ciudad.
De esta manera y sin proponérnoslo, llegamos al mercado municipal. El bullicio de estos lugares siempre me ha gustado y, esta ocasión quise aprovecharla para impregnarme de la vitalidad del lugar. Mientras Mónica pedía una cerveza en la barra de un pequeño bar dentro del mercado, yo di un par de vueltas al mismo. Mientras mis oídos buscaban acostumbrarse a las voces italianas, mis ojos buscaban novedades.
Advertí un cartel que decía: Macelleria Equina, y supuse que allí vendían carne de caballo. Cuando vi el costillar, se me ocurrió pensar que mientras se lucha contra el consumo de pieles y contra la muerte de los toros de lidia, hay gente que se come los caballos.
Casi al lado, una repleta charcutería exhibía vistosos carteles escritos a mano y muchísimos productos. Fui donde estaba Mónica, pedí yo también una cerveza y deje rodar mis sentidos entre voces y olores.